Atmósferas

«Una interpretación visual de la dualidad luz-sombra en el entorno arquitectónico»

“La luz cae sobre un objeto en un momento particular en el tiempo, y de ese modo somos realmente forzados a su consciencia, sobre todo cuando después de un tiempo volvemos a ver la reproducción de este momento, que si bien el objeto puede parecer que aguanta los estragos del tiempo, también sabemos que nunca volveremos a encontrar esa luz particular de nuevo, ni el edificio será tampoco como lo será un año después de su nacimiento”

Fragmento del ensayo ‘La vibrante imagen de la realidad’ de Kenneth Frampton sobre la obra de Álvaro Siza.

A lo largo de los últimos años, me he topado con escenas de manera fortuita que despiertan en mí un carácter contemplativo y que de alguna manera consiguen aislarme de mi propia realidad al mismo tiempo que se abstrae de la imagen contemplada. Producen una sensación de ralentización del tiempo. Éstas son imágenes que aparecen de imprevisto. Después de recibir el estímulo, me percato de él y me permito que aparezca la emoción deteniéndome ante él y contemplando la escena. Dando lugar a que se produzca la interacción con el espacio. Esta sensación viene provocada por espacios con los que me he encontrado en un determinado momento, a una particular hora del día y con una luz concreta. La luz que incide sobre las formas que componen el espacio y las sombras proyectadas por éstas, observadas desde un punto de vista en particular, tienen como resultado estas escenas: las atmósferas. 

En estas imágenes se puede percibir un ejemplo de lo comentado anteriormente, espacios con un alto grado de abstracción en su aplicación a la fotografía. Se trata de unas imágenes de un mismo espacio arquitectónico: el museo Kiasma de Helsinki. La fisonomía de este espacio permitía alcanzar altos niveles de abstracción en la fotografía por el uso de los elementos formales y su relación con la luz. 

El sonido de la sombra /

La peculiaridad de estas escenas y su carácter fortuito me hacen pensar sobre lo siguiente. ¿Qué hay en esas imágenes para que mi atención se focalice en ellas y se abstraiga del resto de estímulos que intervienen en ese espacio-tiempo? Más allá de mi contexto, mi estado emocional y social del momento, en todas ellas existe una dualidad inherente en el concepto de ‘espacio’: la luz y la sombra. Siguiendo la propuesta filosófica determinista de ‘causa y efecto’, en este caso la luz sería la causa y la sombra su efecto. 

Al igual que no existiría el sonido de la música sin el silencio, la luz no puede existir sin la sombra. El espacio se completa con la sombra y es ésta la que dota de sentido a la escena. Sin sombra no existiría el concepto de ‘volumen’, no podríamos percibir las distancias entre los objetos ni la profundidad de un espacio. La realidad que construye la unión de ambas es lo que permite al ser humano percibir el espacio y ser consciente de él. Esta relación condiciona el comportamiento humano desde nuestro nacimiento. La sensación espacial creada a partir de esa relación es una de las pautas que marcan nuestro modo de actuar según nuestros intereses. Se trata de una realidad inseparable y necesaria.

Atracción y entropía /

La realidad luz-sombra es la protagonista principal de estas escenas, y es la que provoca la total admiración de ese entorno espacial observado desde un punto en concreto. Una dualidad conectada permanentemente pero en constante cambio. Permanente por su dependencia existencial y efímera por el cambio formal que produce el paso del tiempo. Por leve que sea, ese espacio está en constante movimiento y su relación con la luz es cambiante por naturaleza. Ese espacio, tal y como lo vemos llegar, ya se ha ido. La sombra que ocupa una superficie es posible que pasados tres cuartos de hora, ya no la ocupe. Quizás, de haber transitado por ese espacio cinco minutos después, siendo el espacio arquitectónico exactamente igual pero la incidencia de la luz levemente diferente, no me hubiera parado a contemplarla. Es justamente ese carácter efímero lo que hace especial ese momento y la relación con él. Esto me lleva a reflexionar sobre lo siguiente: el paso del tiempo. Como decía Frampton:

“…sabemos que nunca volveremos a encontrar esa luz particular de nuevo, ni el edificio será tampoco como lo será un año después de su nacimiento”. 

La luz no volverá a ser la misma, por tanto, el espacio tampoco; el paso del tiempo se verá proyectado en el espacio arquitectónico y por tanto tampoco será igual que en ese momento en el que es observado; y el observador también habrá cambiado, puesto que las circunstancias que conforman su propia realidad, el contexto, también sufrirá modificaciones.

Nostalgia y anhelo /

Además del paso del tiempo, causante de diversas inquietudes personales, es el control que pueda llegar a tener sobre éste lo que genera la problemática de este proyecto. Quizás por la insaciable búsqueda del control del tiempo, quizás por la nostalgia de tiempos ya vividos, o el anhelo por la llegada de los que aún no lo han sido, me atrae el interés por unas escenas no planificadas, escenas sobre las que no tengo el control, donde mi único papel es hacer la fotografía en un sitio y a una hora concreta del día, donde la casualidad ha querido colocarme. Resulta interesante esta atracción por algo fortuito, iniciado mediante un proceso completamente entrópico y completado con el transcurso del tiempo. Un proceso marcado por la naturaleza y en el cual, por mucho que lo pretenda, no puedo ejercer ningún tipo de control sobre él.

La tangencialidad del tiempo /

Dado el carácter efímero del espacio completado con la incidencia de la luz, resulta paradójicamente interesante que en un proceso de cambio imperceptible aunque constante, donde el espacio tal y como lo vemos ya se ha ido un segundo después, la consecuencia sea la sensación de detención del propio tiempo. Quizás la causa de esta sensación sea la consciencia. Dado el modo de vida actual esclavo de la velocidad y la inmediatez, en el cual, antes de que la arena haya pasado por el orificio en su totalidad, ya le estamos dando la vuelta al reloj, la contemplación se convierte en una cualidad muy atractiva incluso necesaria para algunos. Decía Aristóteles, que es en el momento presente donde habita el acto de sentir la realidad tal y como es. En esta búsqueda, la contemplación puede jugar un papel importante, ya que permite conectar con ese momento, sin las limitaciones que supone anclarse a determinados recuerdos o planes de futuro. Cuando vivimos añorando el pasado o anhelando el futuro, nos trasladamos de una temporalidad a otra, una y otra vez, pasando tangencialmente por el presente sin profundizar en la totalidad de la circunferencia. Si relacionamos el presente con el concepto de circunferencia, de todos los puntos que conforman esa circunferencia, tan sólo entraríamos en contacto con uno de ellos, rozando apenas la superficie de esa circunferencia, de ese momento. El acto de sentir requiere de un tiempo para relacionarse con el estímulo. No puede haber emoción sin contemplación, ni tampoco sin que pase el tiempo necesario para que ésta aparezca. 

El objetivo de este acto no es la búsqueda de hacer que cada momento conlleve un alto nivel emotivo y una gran trascendencia personal. Se trata de dejar que nuestra relación con nuestro entorno sea lo más natural posible, y de relacionarnos con la emoción provocada por esos estímulos que acompañan a ese entorno, sean cuales sean esas emociones y el grado de intensidad con el que aparezca. El afán por hacer que cada momento sea extraordinario ha desembocado en una ansiedad por tener el control de cada experiencia, ya sea para exprimir cada gramo de disfrute que pueda haber en ella o para satisfacer esa necesidad de velocidad arraigada en la sociedad actual. Se trata de tener la confianza y la paciencia para dejar que las cosas sucedan y que sea la naturaleza, nuestra propia naturaleza, la que marque el ritmo de nuestras relaciones, tanto con los demás seres humanos como con nuestro propio intelecto. En la mayoría de actos que realizamos, la velocidad prima antes que la calidad de la propia acción. La cantidad de tareas que podemos llegar a hacer se ha convertido en el principal objetivo de nuestra existencia, y es en ese momento en el que la finalidad de cada tarea pierde el sentido que pudiera tener.

Las imágenes finales parten de la realidad del espacio, de la fotografía, y se completa por el contexto personal, el estado de ánimo que pudiera presentar en ese momento debido a las circunstancias. Influye también el contexto profesional  compuesto por el gusto propio y por un cúmulo de aprendizajes adquiridos durante estos años. El contexto externo, el azar, es lo que completa el proceso. La luz que hubiese en cada momento debido a la hora del día, la estación del año y el clima determinado de ese instante. Estas fotografías presentan la causa -las atmósferas- que han tenido como efecto la alteración de la sensación temporal.

Espacio e interpretación /

¿Qué es lo real?

Cuando se percibe una imágen como las descritas anteriormente, comienza un proceso que consta de tres etapas: el estímulo o la percepción sensorial, el acto de contemplar la escena en ese momento; la fotografía, que tiene el papel de conectar con las sensaciones experimentadas en el momento presente de la contemplación; y la imagen proyectada, donde interviene el contexto personal del observador, que servirá como filtro a la hora de analizar e interpretar dicha imagen con la finalidad de proyectar esas sensaciones. 

En el momento en el que el proceso se completa, habiendo obtenido ya la abstracción que proyecta la interpretación de esa atmósfera, se crea una relación entre la realidad y la imaginación, o mejor dicho, la interpretación. Una conexión que relaciona la realidad contemplada, visible para todos, con la emoción personal del observador. ¿Cuánta distancia existe realmente entre la realidad y lo que vemos en ella? ¿Cuántas realidades pueden llegar a coexistir? 

Se ha llevado a cabo un proceso de análisis visual de los espacios fotografiados. Este análisis es una proyección del aprendizaje que se hace del funcionamiento de la mente humana y que nace a partir de la observación. 

Los análisis realizados han consistido en el estudio de los ritmos visuales de las fotografías así como en una interpretación del principio de causa (luz) y efecto (sombra) de cada imagen, aplicado posteriormente a las composiciones abstractas. Estas abstracciones proyectadas son una manera de representar las sensaciones experimentadas a través de la contemplación, y una herramienta que pretende invitar al espectador al autoconocimiento mediante la introspección y la observación de su propio entorno en relación a sus circunstancias propias. 

Con la intención de interpretar y representar la totalidad del espacio que aparece en la fotografía, se ha realizado una síntesis formal de éste desde diferentes puntos de vista. Éstas son el alzado, el perfil y la planta. Con estas tres vistas, quedaría representada una visión general del espacio. A estas representaciones se suma el estudio de las fotografías desde el punto de vista visual, destacando las direcciones que predominan en ellas y los puntos principales de atracción. Posteriormente y con estos análisis realizados, se ha compuesto las imágenes finales obteniendo una confección de formas geométricas simples superpuestas que posteriormente han sido depuradas y dotadas de color.