Atracción por el abismo

La canica azul

Earthrise, 1968. Este título pertenece a una fotografía que fue tomada por el satélite Apolo en 1968 y es la primera fotografía en la que se aprecia La Tierra con cierta claridad. Muchas personas consideran esta fotografía como la responsable de la toma de conciencia de algunos valores que marcaron el devenir de la sociedad. 

Por aquel entonces se comenzó a hablar de un concepto popularizado por los astronautas de la época: ‘el efecto perspectiva’. Se define como el cambio cognitivo de la concienca que los astronautas experimentan durante los vuelos espaciales cuando observan La Tierra desde la superficie lunar o estando en órbita. Según cuentan, la experiencia de observar el planeta desde el espacio es una de la más impactantes de sus vidas. Se percibe el planeta como una frágil bola flotando en el vacío, protegida por una fina capa de gas. Los astronautas afirman que, al ver como las fronteras desaparecen y la unidad terrestre se hace cada vez más pequeña, los problemas ya no parecen tan importantes. Es un cambio de conciencia que te permite sentir que eres parte de un todo. Un cambio de perspectiva. Un cambio de conciencia. 

Son los años 60 y en la radio suenan los Stones, Janis Joplin, The Doors… Nace la contracultura en América e Inglaterra con movimientos como la música punk o el grupo Fluxus. Época de revolución y experimentación. La gente comienza a cuestionarse de qué manera se puede alcanzar ese estado que han experimentado los astronautas, ese cambio de conciencia y cada uno de los aspectos de la vida percibidos como un todo. El efecto perspectiva. En 1972, fue The Blue Marble el título que se le puso a la fotografía tomada a La Tierra desde el espacio. Fue esta fotografía la que simbolizó el cambio social que se necesitaba en esa época. Una fotografía en la que se percibe La Tierra en el centro de la composición, en la que se pueden percibir con claridad sus colores, la composición de los continentes, la conjunción entre el agua, la tierra y la atmósfera… una fotografía que permitía ver una cara del planeta con detalle y profundidad.

Este fenómeno se popularizó entre diferentes artistas de la época. El 1972, una noche tras una actuación en Londres, dos cantantes salieron a pasear. Ambos se sentaron a la salida de un metro de Tottenham y uno de los dos sacó un mapamundi y durante horas estuvieron hablando sobre el espacio, sobre el efecto perspectiva, sobre la unidad cósmica, sobre las teorías de Buckminster Fuller… Inspirado por la conversación, uno de los cantantes salió a la mañana siguiente a fotografiarse en una cabina de teléfono. Había nacido Ziggy Stardust, el alter ego de David Bowie.

El astronauta Edgar Mitchell, tras una misión espacial del Apolo 14, contaba en un escrito la experiencia de gran conectividad con el universo que había vivido:

“Me dí cuenta de que todas las moléculas de mi cuerpo y de mi nave espacial, se había fabricado hace millones de años en alguna de las estrellas antiguas que brillaban en los cielos. Era obvio que eramos polvo de estrellas”. 

Después de ese viaje, Mitchell, se convirtió al vedantismo, filosofía que abrazaba todas esas teorías acerca de la conectividad con el universo y la creencia en una armonía cósmica que ordenaba el mundo.

Bowie leyó acerca de esta filosofía y construyó su universo musical entorno a ella. Entre guerras y revoluciones, Bowie, junto a los Stones, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Patti Smith o The Velvet Underground…se convirtieron en un mito para jóvenes con inquietudes diferentes en aquella época, gente que confiaba y requería un cambio en la sociedad, un cambio a través de la cultura y la intelectualidad, un cambio a través de la paz y la incansable búsqueda de la armonía y la conectividad, un cambio a través de la música, la literatura y la pintura… Sensibilidad y profundidad. Esta fotografía representa el efecto ruptura que surgió en la sociedad de esa época y que se proyectó en diferentes campos como la política o el arte. 

El 97% de la masa del cuerpo humano está conformada por materia procedente de las estrellas. Eso nos conecta directamente con elementos que se encuentran a millones de años-luz de nosotros. Esta cuestión plantea muchas otras sobre la conectividad con cualquier otro individuo aunque éste se sitúe en la otra punta del glovo. Acorta distancias, resta importancia a las diferencias. Nos equilibra. Nos hace vernos como un colectivo. Al igual que las moléculas que componen nuestro organismo provienen del polvo de una estrella que se encendió hace millones de años, mi comportamiento y acciones, por insignificantes que sean, tendrán su impacto en la sociedad del futuro en mayor o menor medida, tendrá una repercusión en el equilibrio que construímos entre todos. Entender que tenemos un destino común en el que todos jugamos un papel importante, con la responsabilidad que eso conlleve.

Por mi parte, encuentro atractivo y poético el papel del arte como motor de cambio social, la conexión inherente que existe entre la función del arte y los avances sociales. La mirada poética como causante de un efecto ‘ruptura’ con la intención de seguir avanzando como sociedad, como una sola comunidad. 

Me parece interesante el acto de pararse a reflexionar sobre el cambio de conciencia que supone el propio cambio de distancia respecto a un punto. La pausa pero a la vez el movimiento para tratar de encontrar la respuesta a una inquietud. Un inquietud personal, individual, pero que una vez lanzada a la balanza que mide el equilibrio global, puede servir para que la persona que lo reciba sienta un estímulo determinado que le motive a aportar algo.

La libertad empieza por uno mismo. Confío en la consecución de ese equilibrio global únicamente desde la libertad individual, ya que de ésta dependerá la libertad de todos. Libertad entendida como la gestión de los aspectos externos que limitan nuestro comportamiento y aquellos límites que nos imponemos nosotros mismos. 

Esa luz está viajando

todavía por el espacio.

Algún día llegará /

La espera

Con frecuencia nos encontramos ante situaciones que producen cierto vértigo. Un precipicio que se topa en nuestro camino, al cual tememos, pero no podemos evitar asomarnos: El abismo. 

La velocidad a la que transcurre el tiempo depende de nuestra sensibilidad para percibirlo. Es una percepción puramente subjetiva, y ésta a su vez se ve directamente afectada por la situación que atravesamos.  

Hay momentos que parecen pasar más despacio que otros. Etapas incluso en las que uno se ve inmerso en uno de esos abismos y parece que el tiempo se detiene, que la gravedad empuja más. Etapas en las que se disipa la línea que separa el tiempo presente de lo vivido anteriormente y todo se tiñe de una nostalgia que dota todo de cierta belleza, incluso la caída. 

¿Qué tendrá el abismo para que nos sintamos atraídos hacia él? /

¿Hay belleza en la caída? /

¿Hay belleza en la búsqueda interminable? /

Quizás esta belleza resida en la esperanza, en la meta de tener algo a lo que aspirar /

Hay circunstancias en las que, aunque nos hagan daño y seamos conscientes, la belleza que encontramos en ellas hace que merezca la pena.

¿Hay dolor positivo?

La atracción que encontramos en ese abismo puede ubicarse en la expectativa. En una destrucción que resulte en el nacimiento de algo diferente. 

¿Y si aquello que deseamos no llega? el término ‘deseado’ implica algo que está por llegar, un anhelo, una expectativa por cumplir, algo que todavía no ha ocurrido, por tanto, la ventana de que eso ocurra sigue abierta, y con ella, una ilusión no quebrantada todavía. Pero también una posible frustración, lo cual suele estar considerado esencialmente como malo. Por tanto, ¿Lo deseado es bueno siempre y cuando suceda aquello que se desee?

¿Existe algo bueno en la espera? Cabría analizar las distintas fases del anhelo. La esperanza, la ilusión generada por esa meta, el estímulo que nos hace tenerla… . Si tenemos en consideración estos factores y entendiendo a la espera como un factor determinante de este proceso ‘deseo-satisfacción’, está claro que lo deseado puede tener un carácter positivo en ese determinado momento previo, independientemente de que en el final del proceso lo deseado se cumpla o no. 

Como seres humanos, tendemos a la insatisfacción. El propio paso del tiempo genera nuevas necesidades por satisfacer, y con ella, una invitación a la evolución. Conocer lo desconocido. Alcanzar aquello que no se ha conseguido aún… la utopía es precisamente eso, la línea del horizonte. Una expectativa constante que no se alcanza nunca, pero que nos hace seguir caminando. ¿No es por tanto lo deseado algo bueno aunque no se llegue a cumplir? ¿De qué depende nuestra percepción de esta experiencia como algo positivo o negativo?

Quizás la percepción de este proceso dependa de la intención que haya detrás. De si lo que sostiene el camino es real o no. 

¿Cuál es mi propia verdad? /

¿Cómo la descubro? /

¿Cómo la expreso? /

Puede que la espera se torna en positiva cuando lo sostiene lo real que habita en cada uno. El camino hacia esa libertad anhelada es la verdad, la de cada uno, plena y sincera, diferente e igualmente válida.

Entre el miedo y el deseo

Como la nostalgia que puede encontrarse en el ocaso, lo atractivo de caer en el abismo es que implica un final, y sin final no hay comienzo. Se pierde el miedo a caer porque ya se ha caído en él y una vez eliminado ese miedo, solo nos queda el placer que supone volver a comenzar. 

Puede que parte de la belleza resida ahí, en la (auto)destrucción, en la liberación que supone haber caído en el abismo y perder el miedo a caer, porque ya se ha hecho, y en la caída, sentirnos libres, paradojicamente ligeros, carentes de la gravedad que nos empuja hacia abajo. 

Entre el miedo y el deseo /

La utopía /

espacio inquebrantable y roto /

a la vez /

¿Se encuentra la libertad ahí, justo en la levedad que sentimos al estar cayendo? 

La libertad de la autodestrucción

En la pérdida del miedo por haber caído, brota un silencio en el que hallamos la posibilidad de un nuevo comienzo, la libertad, el surgimiento de una nueva expectativa. Un nuevo cristal aún sin romper. Un comienzo implica inherentemente nuevas cuestiones por resolver, preguntas que aún no han sido respondidas y por tanto aún no han sido privadas de la libertad que supone la variedad en una respuesta o la ausencia de la misma. Esa ausencia de respuesta y por tanto la inquebrantada expectativa, abre diferentes caminos, y en alguno de ellos, la anhelada satisfacción.

En la libertad de la caída y su correspondiente comienzo encontramos un principio esencial de autogeneración del ser humano. La capacidad, no sólo de volver a empezar, sino además de determinar cómo queremos que sea ese nuevo camino. Esta libertad funciona como un motor de evolución y nos convierte en seres dinámicos. A su vez, en esta libertad encontramos una forma de superar el límite establecido, un puente entre lo real y lo [todavía] imaginado.

¿Cómo se construye la relación entre lo real y lo imaginado?

¿Qué distancia existe entre un espacio y otro?

¿Sólo el acto de imaginarlo hace que exista un principio de existencia? 

¿Hace que se acorte la distancia?

Entre lo real y lo imaginado, la caída.

Un espacio.

Y en él,

la voluntad de ser /

Puede que uno de los caminos hacia esa anhelada libertad sea el cambio de -o efecto- perspectiva. El cambio cognitivo experimentado por la toma de distancia y el cambio de posición respecto al punto referencial de una circunstancia determinada provoca que la observación varíe y por tanto nuestra percepción de ella. 

En el círculo, una espiral.

En la caída, la levedad.

En el abismo, la libertad /

Cartas cruzadas /

La lógica de toda aquella intensidad

vacío y lejanía

distancia y confusión

calma

te he pensado a diario

alma

ojalá volver a conocerte infinitamente

no habría descubierto lo que es sentir

ojalá poder pedirte perdón

no voy a dejar de echarte de menos nunca

tristeza, dolor, y decepción

dejé de perderme mundos

empecé a construirlos a mi alrededor

ahí siempre

no haber dejado de quererte

ausencias

al final se convirtió en una herida

se derrumbó todo

carta

alejada, triste y ausente /

¿Qué tendrá el abismo para que nos sintamos atraídos hacia él? /

 ¿Hay belleza en la caída? /