El sonido del silencio
El 29 de agosto de 1952, se citaba en Woodstock, Nueva York, a una multitud para la escucha de una pieza musical compuesta por el vanguardista John Cage e interpretada por el pianista David Tudor. Director y pianista salen a escena. Uno levanta la tapa de su piano, el otro comienza a mover la batuta. Durante cuatro minutos y treinta y tres segundos no se tocó una sola tecla del piano. El silencio.
¿A qué suena el silencio? ¿Existe el silencio? Durante ese tiempo, mientras la gente esperaba escuchar una pieza musical a piano, lo que escuchó fue el crujir de la madera del escenario, la respiración del tipo de al lado, los pasos de cualquier persona cansada de esperar el comienzo de un concierto al uso.
Cage pretendía un ejercicio de concentración. Esta performance fue una invitación a poner la atención a lo que nos rodea, una invitación a escuchar el silencio que se compone por esos microsonidos que pasan desapercibidos por su cotidianidad. El sonido del agua de una fuente, el viento moviendo las hojas de un árbol, un pájaro… La nada es algo.
Una vez escuché que la música la hace el silencio. Sin éste no existiría el sonido, y viceversa. El sonido necesita de contraste, solo conseguido en contraposición al silencio, para existir. Una realidad inherente.
Oda al silencio /
El silencio tiene la pausa necesaria previa a cualquier acción. El silencio es concentración. El silencio es introspección y atención. El silencio es claridad y lentitud. El silencio es escuchar. El silencio es conversación.
Himno a la belleza /
Las flores del mal – Charles Baudelaire
¿Has bajado del cielo o eres hija de abismos,
oh, Belleza? Tus ojos, infernales, celestes,
vierten sin distinción las mercedes y el crimen,
Y por eso te puedo comparar con el vino /
Tu mirada contiene el ocaso y la aurora,
y derramas perfumes como tarde de lluvia;
Son tus besos un filtro y tu boca es una ánfora
que acobardan al héroe y dan ánimo al niño /
¿Sales de negra sima o desciendes de un astro?
Como un perro el Destino va pegado a tus faldas;
vas sembrando al azar el desastre y el júbilo,
y gobiernas el mundo y de nada respondes /
Sobre muertos caminas, oh belleza, entre burlas;
el horror de tus joyas no es la menos luciente
y entre tus aderezos más queridos el crimen
baila con complacencia sobre el vientre orgulloso /
Deslumbrada, la efímera se te acerca, candela,
y crepita, arde y dice: «¡Bendigamos la llama!»
El amante jadeando junto a su enamorada
es como un moribundo que acaricia su tumba /
¿Qué me importa que salgas de infierno o del cielo,
Oh belleza, monstruosa, toda espanto y candor,
si tus ojos sonriendo, van a abrirme la puerta
de un ansiado infinito que jamás conocí? /
De Satán y de Dios, ¿Qué más da? Ángel, sirena,
¿Qué más da si al final tornas -hada de ojos nocturnos,
ritmo, luz y perfume, oh mi reina y señora-
menos ruin este mundo y este tiempo más leve? /
Espacio nº 39 / Caso 1. Análisis de la obra
La nada es algo /
El Espacio 39 es una de las composiciones en las que se percibe con mayor claridad el intento de introspección que procuro proyectar y alcanzar a través de mis obras.
Encontramos en ella un espacio con una arquitectura particular. Techos altos, luces y sombras, conexiones con otros espacios que se dejan entrever… Con la ausencia de elementos y las características del espacio arquitectónico, pretendo reflejar la necesidad de silencio y quietud que anhelaba en ese momento. Un espacio con varias conexiones con otros en la parte izquierda de la imagen. Ambas desconocidas.
Quizás una de las dificultades de las épocas de oscuridad en uno mismo sea la propia incertidumbre sobre qué camino coger para salir de ella, incluso la propia exigencia de tener que salir de ésta cuanto antes. Quizás sea necesario habitar la oscuridad por un tiempo para poder salir de ella.
El papel de la luz es principal en esta obra. Junto con la doble altura, la sombra proyectada en ese momento del día connota a la zona derecha del espacio de una sensación de recogimiento.
Podemos observar a una chica dentro de esa zona de recogimiento, y en él pocos elementos decorativos, un espacio desprovisto de objetos más allá que el cuadro de Matisse: Desnudo azul. Este cuadro completa un diálogo con la figura que aparece en el espacio con el que se pretende ensalzar el papel del arte como refugio y empatía para aquel que observe (o realice) una obra artística. Este cuadro es una de mis obras favoritas, en la cual observo a una persona con necesidad de soledad, silencio y reflexión. En primer lugar, se observa a una figura llevada a los límites del formato donde se plasma la obra. No hay espacio para nadie en ese momento más que para la propia figura que aparece en el lienzo. La postura refleja lo que parece ser un abrazo a si mismo. Una persona que quizás busque curar heridas y reconciliarse consigo misma. Ese anhelo de soledad y la ausencia de espacio para nadie más se delimita con la sombra en el caso de la figura ubicada en el salón.
Por otra parte, es posible que con el uso del azul, Matisse quisiera dotar de cierta tristeza al cuadro. El azul es un color asociado con la tristeza y la soledad en el ámbito artístico. Picasso fue uno de los artistas que utilizaron diferentes tonalidades de azul para reflejar este tipo de emoción con su etapa azul. En cualquier caso, esto no deja de ser una mera interpretación.
Habitar la sombra /
En una ocasión, una persona muy especial me dijo que debería aceptar mi oscuridad como parte del proceso creativo. Hacer arte con el problema. Desde entonces procuro sentirme cómodo el lado oscuro de la calle y que la sombra sea una realidad inherente a mi forma de ver las cosas. Cuando se acepta esto, la oscuridad pierde un poco de vértigo y su profundidad se convierte en belleza.
La sombra tiene una atracción particular para mi. En ella encuentro simbólicamente el resguardo que necesito en algunas ocasiones. Silencio, soledad, recogimiento… Existe en ella una connotación que la hace atractiva. Habitar la sombra en ocasiones permite tomar distancia con otras personas o situaciones, una distancia que aporta el tiempo necesario para curar la heridas abiertas.
¿Qué me importa que salgas de infierno o del cielo, / Oh belleza, monstruosa, toda espanto y candor, / si tus ojos sonriendo, van a abrirme la puerta / de un ansiado infinito que jamás conocí? /
Cielo o infierno, sonido o silencio, luz o sombra… tres dualidades que buscan ser aceptadas como una sola realidad para encontrar en ella la belleza de las cosas, incluso en la búsqueda de la salida del laberinto.