Hedonismo y los sombreros de Renoir
París a finales de siglo XIX e inicios del XX es cuna del progreso. A este tiempo se le conoce como La Belle Époque y tuvo lugar en París entre los años 1871 y 1914. Esta etapa fue un periodo de entreguerras. En 1871 finalizó la guerra entre franceses y alemanes (La antigua Prusia) y en 1914 dio comienzo la I Guerra Mundial.
En el transcurso de esos años se construyeron estructuras icónicas como la Torre Eiffel, se desarrolló el plan Haussmann o los emblemáticos carteles del metro de París. No obstante, la arquitectura y el diseño urbanístico no fue lo único que cambió durante la Belle Époque; el arte y la literatura francesa también tuvieron grandes avances en este periodo, culminando en uno de los fenómenos culturales más importantes de la historia.
Esto fue consecuencia de una revolución social en el país. Con la conclusión de la guerra franco-prusiana en 1871, Francia trata de remodelar el sistema instaurado llevando a cabo multitud de reformas sociales y estructurales que cambiaron el funcionamiento del país en todos sus ámbitos. La Revolución Industrial permitió grandes avances técnicos en el ámbito del transporte y la construcción que tuvo su máxima proyección en la Exposición Internacional de París en 1900. Nuevo siglo, nuevo sistema. Así se lo tomaron los franceses para conseguir cambiar sus valores e ideales y construir entre todos una nueva sociedad acorde a los avances de la época.
Escenas de verano
Esta serie de ilustraciones nace de un interés creciente del autor por una temática: La Belle époque. París a finales de siglo XIX e inicios del XX es cuna del progreso. “La Belle Époque” de París tuvo lugar entre 1871 y 1914, etapa en la que la capital francesa fue el escenario de grandes avances en diferentes disciplinas como la pintura, la literatura, la arquitectura y la tecnología.
Estos hechos fueron consecuencia de un contexto concreto que propició una serie de efectos en las disciplinas mencionadas anteriormente. Tras una etapa de desánimo generalizado en la sociedad francesa por la devastadora guerra contra Prusia, surge una necesidad de reconstrucción total entre los ciudadanos franceses. Surge un espíritu conciliador y ambicioso con el objetivo de reconstruir el país, con París como mayor exponente de estos nuevos valores. En esta época nace una nueva clase social: la burguesía. Y con ella aparecen una serie de derechos para el ciudadano como los días libres -un día libre a la semana- y por consiguiente nace el concepto de ocio para el ciudadano medio. Surge una nueva forma de vida y una actitud hedonista frente a ella.
Ahora los paseos por espacios naturales como la playa o el bosque, la participación y admiración por los nuevos deportes como las regatas o el ciclismo ocupaban gran parte de la diversión de la sociedad francesa. El ciudadano experimenta una libertad jamás antes vista y La Belle époque se convierte, con París como escenario, en la capital del mundo gracias su actitud progresista y creativa.
Esta nueva forma de entender la vida tiene su proyección en el arte como no podría ser de otra forma. El costumbrismo ya deja constancia de este nuevo estilo de vida recreando imágenes como Holidays de James Tissot.
A comienzos de siglo XX surge el movimiento impresionista en oposición a las limitaciones acadamecistas de la época. Se deja constancia en los lienzos del nuevo estilo de vista hedonista de los ciudadanos como se puede observar en Baile en el moulin de la Galette de Renoir o en Las regatas de Sainte Adresse de Monet.
Esta tendencia artística que nace en Francia tiene en los años posteriores su proyección en el resto de países. Se busca reflejar el estilo de vida y la cotidianidad de la sociedad de cada parte del mundo.
En españa, particularmente en Sevilla, surgen pintores como Gonzalo Bilbao, con pinturas como Días de verano, o José García Ramos, con Saliendo del teatro, que abanderan el movimiento costumbrista sevillano.
Una reunión con amigos, hablar sobre arte o escuchar música…Con esta serie de ilustraciones, se pretende homenajear y rescatar el carácter hedonista en la cotidianidad propio de aquella época. El disfrute de la sencillez.